Un domingo por la tarde, después de estar una semana buscando alquiler, me escribe una hermana muy querida diciendo:
-El señor Freddy alquila en su casa habitaciones. Este es su número 04...
El mensaje me alegró y de inmediato le comenté a mi esposo y él llamó. Habló con el señor y quedaron en verse el lunes para ver el cuarto. Cuando llegó el día, después de llegar del trabajo, mi esposo e hija estaban listos para salir. Yo almorcé y nos fuimos, pues debíamos llegar en una hora; Pero nos perdimos y llegamos una hora más tarde a la casa del señor Freddy. Él nos recibió y pasamos a ver la habitación que estaba en el 3er piso.
La casa se veía acogedora. La habitación tenia un baño; una cama individual; un lindo escaparate de madera y una mesita. Mientras yo veía el lugar, el señor hablaba con mi esposo y le decía el precio y las normas. Luego bajamos a la sala en la planta baja, allí nos dio dos hojas que especificaban las normas de la casa. Mientras leíamos me di cuenta que el lugar era tranquilo. Cada quien en su cuarto y sin ruido alguno, solo nosotros en la sala hablando.
Llegó la hora de irnos. Nos despedimos para regresar al lugar donde actualmente vivimos. En el camino, hablando con mi esposo, decidimos seguir buscando y ponerlo en manos de Dios, ya que el precio del lugar no podríamos pagarlo. Con fe y sin rendirnos seguimos buscando un lugar donde vivir, también un trabajo para mi esposo que le dé para pagar el lugar nuevo donde vayamos a vivir.
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